La Ópera Garnier, también conocida como Palacio Garnier u Ópera de París es uno de los edificios más característico del IX Distrito de París y del paisaje urbano de la capital francesa. Napoleón III ordenó su construcción al arquitecto Charles Garnier, quien lo diseñó en estilo Neobarroco.
Desde su inauguración en 1875, la ópera fue llamada oficialmente Academia Nacional de Música - Teatro de la Ópera. Conservó su título hasta 1978, cuando fue renombrado Teatro Nacional de la Ópera de París. En 1989 la Compañía de la Ópera trasladó su sede al recién construido Teatro de la Bastilla y su antigua sede recibió el nombre de Palacio Garnier (Palais Garnier), donde permanece la Academia Nacional de la Música. Comparable a la Scala de Milán, la Wiener Staatsoper y la Ópera Semper de Dresde, el índice inequívoco de consagración y cita inleudible de quienes aman la música.
El rey Luis XIV autorizó al compositor Jean Baptiste Lully para establecer la Academia Real de Música en 1672, la gran institución de arte dramático francesa que comprendía ópera, ballet y música. Aunque la ópera conformó su propia compañía hasta 1669, el ballet de aquel tiempo era simplemente una extensión de ella, desarrollándose de forma independiente del arte dramático. Sin embargo, Luis XIV, uno de los grandes arquitectos del ballet barroco (forma artística que evolucionó a ballet clásico) estableció la escuela de ballet en 1661 como Academia Real de Danza. Desde 1671 hasta la muerte de Lully, la escuela estuvo bajo la dirección del gran maestro de baile Pierre Beauchamp.
El Teatro de la Ópera de París, el Palais Garnier, es uno de los monumentos más importantes de París, además de uno de los teatros de ópera y ballet más visitados del mundo. Lujo y policromía son sus señas de identidad, y dentro de él ópera y danza conviven desde hace más de un siglo.
La historia del Palais Garnier comienza con una trágica circunstancia: el 14 de enero de 1858 el emperador Napoleón III y su esposa, y su esposa, la emperatriz Eugenia, al dirigirse a la representación de la Ópera sufrieron un atentado a las puertas del teatro. El incidente tuvo consecuencias significativas: la primera, el inicio de la guerra entre Italia y Austria, la segunda, la construcción de un nuevo teatro de ópera más amplio y seguro. El 29 de diciembre de 1860 se declaró la construcción del futuro teatro de utilidad pública y se organizó un concurso al que se presentaron la mayoría de los arquitectos relevantes del momento. Contra todas las expectativas resultó ganador un desconocido: Jean Louis Charles Garnier (1825 - 1898), que, aunque había obtenido el primer Gran Premio en Roma en 1848, no había realizado grandes proyectos hasta entonces.
La construcción comenzó en 1862, pero se demoró hasta 1875, a causa de diversos contratiempos, desde la aparición de aguas subterráneas que fue necesario aspirar, hasta un acontecimiento político de primera magnitud como fue la caída del Segundo Imperio Francés en 1870. Finalmente el Palais Garnier fue inaugurado el 5 de enero de 1875, por el presidente de la Tercera República, el Mariscal Mac-Mahon. con una representación que incluía, entre otras piezas, extractos de las óperas La Judía de Hálevy y Los Hugootes de Meyerbeer.
El Palais Garnier es un edificio de casi doce mil metros cuadrados, con una altura de 74 metros. Su apariencia es suntuosa, de un lujo comparable al Palacio de Versalles (en realidad, más que solo un Teatro, el Palais Garnier es un verdadero Palacio de la Música), y con un estilo que tiene influencias en la arquitectura griega clásica y renacentista, con un toque de arquitectura barroca, lo que el propio Garnier bautizó como estilo Napoleón III. Estéticamente la policromía y la calidad de los materiales están presentes tanto en el exterior como en el interior: piedras, mármoles y metales que van desde el blanco al granate, desde el verde del cobre oxidado hasta el dorado, terciopelos de un bermellón intenso, jarrones de Sèvres, liras doradas de Apolo por doquier, grupos escultóricos que representan la poesía, la danza, la armonía, candelabros inmensos, mosaicos, frescos y espejos que reflejan cada detalle hasta el infinito...
Entrar en el Palais Garnier y subir la gran escalinata de 30 metros de alto nos lleva a una época donde París daba la medida de lujo y ostentación en toda Europa. En la sala de espectáculos llama la atención el escenario de 60 metros de alto, con un espacio para más de cuatroscientos artistas. Una inmensa araña de cristal, cuyo peso es de unas ocho toneladas, cuelga del techo que, en 1964, André Malraux, por entonces ministro de cultura, encargó al pintor Mar Chagall (1887 - 1985), quien también pintó dos murales para el Metropolitan Opera House. La bóveda de Chagall evoca las grandes obras del repertorio lírico y coreográfico, como Pelleas et Mellisande o Romeo y Julieta, además de representar algunos monumentos de París, como el Arco de Triunfo, la Tour Eiffel y el propio Palais Garnier, siendo tan exuberante como el resto del teatro.
Además de la belleza, la sala de espectáculos es un modelo de funcionalidad. Garnier no dejó ningún detalle al azar y estudió la acústica de otros teatros de ópera europeos. Le influyeron especialmente los proyectos del arquitecto Victor Louis, autor del Gran Teatro de Burdeos y del Teatro Montasier. Tras los elementos decorativos se esconden las mayores innovaciones técnicas del momento, que han permitido la representación de óperas y de espectáculos de ballet y danza de difícil y complicada producción.
No menos importante son los foyers, donde el público descansaba y paseaba en los entreactos, tan ricamente decorados como los lugares principales. El gran foyer, muy amplio, de casi 20 metros de altura y 60 de largo, es conocido por sus espejos y por las bóvedas de Paul Baudry que evocan la tragedia, la comedia y la música.
Un teatro de las características del Palais Garnierse prestaba a todo tipo de ensueños y fantasías. Gaston Leroux (1868 - 1927) ambientó en él, y en general en el París del siglo XIX su famosa novela El Fantasma de la Ópera publicada en 1910 e inspirada en Tribly de George du Maurier. El Fantasma es una historia gótica, donde un misterioso habitante del teatro provoca, por un lado, accidentes que aterrorizan al personal y a los gerentes, a los que chantajea para que se estrenen las obras que él compone. Por otro lado, protege, como un verdadero ángel guardián, la carrera de una joven y bella corista, Christine Daée. Como el amor que siente el fantasma por ella no será correspondido, la historia acaba en tragedia, no sin antes mostrar al mundo que su amada merece dejar los coros y representar los más bellos e importantes papeles líricos como la mejor prima donna. Uno de los aspectos más interesantes de la novela de Leroux, es la importancia de la arquitectura del teatro en la trama de la novela.
Si cuando se cierran las puertas al público y al personal del Palais Garnier, uno podría recorrer libremente sus salas, pasillos y espléndidas habitaciones, tal vez consiguiera llegar al escondite del fantasma de la ópera en los subsuelos y sótanos del edificio. Aun así ese no sería el hallago más interesante: el verdadero secreto del Palais Garnier es la Biblioteca-Museo de la Ópera. Situada en el ala occidental del edificio, en el Pabellón del Emperador, solo pueden acceder a la Biblioteca aquellas personas que poseen un carné de investigador temporal o anual de la Biblioteca Nacional de Francia, ya que es uno de sus departamentos. Recorrer los pasillos del palacio con toda naturalidad hasta llegar a la Biblioteca y allí tener acceso a tres siglos de materiales literarios, musicales e iconográficos de ópera, danza, ballet, circo, mimo...., donde obras anónimas que en su tiempo tal vez brillaron y hoy desconocemos, frecuentan a los grandes compositores, intérpretes, bailarines, escenógrafos, dibujantes, de la historia de las artes escénicas.
La sala donde el investigador puede abstraerse del mundo tiene amplísimos techos, cuadros del museo decorando las paredes y unos grandes ventanales que dan sobre la Plaza de la Ópera, y desde los que se ve el frecuentado Café de la Paix. Los biblioecarios depositan en amplias mesas los manuscritos autógrafos, planos de decorados, bocetos de vestuario y tantas riquezas que no solo no se encuentran en otras bibliotecas francesas o internacionales, sino que incluso el catálogo informático de la Biblioteca Nacional de Francia no recoge. Sin lugar a dudas esos fondos son tan impresionantes como la arquitectura y decoración del Palais Garnier.
Entre los teatros y palacios que se inspiraron en su arquitectura y diseño, podemos encontrar:
Desde su inauguración en 1875, la ópera fue llamada oficialmente Academia Nacional de Música - Teatro de la Ópera. Conservó su título hasta 1978, cuando fue renombrado Teatro Nacional de la Ópera de París. En 1989 la Compañía de la Ópera trasladó su sede al recién construido Teatro de la Bastilla y su antigua sede recibió el nombre de Palacio Garnier (Palais Garnier), donde permanece la Academia Nacional de la Música. Comparable a la Scala de Milán, la Wiener Staatsoper y la Ópera Semper de Dresde, el índice inequívoco de consagración y cita inleudible de quienes aman la música.
El rey Luis XIV autorizó al compositor Jean Baptiste Lully para establecer la Academia Real de Música en 1672, la gran institución de arte dramático francesa que comprendía ópera, ballet y música. Aunque la ópera conformó su propia compañía hasta 1669, el ballet de aquel tiempo era simplemente una extensión de ella, desarrollándose de forma independiente del arte dramático. Sin embargo, Luis XIV, uno de los grandes arquitectos del ballet barroco (forma artística que evolucionó a ballet clásico) estableció la escuela de ballet en 1661 como Academia Real de Danza. Desde 1671 hasta la muerte de Lully, la escuela estuvo bajo la dirección del gran maestro de baile Pierre Beauchamp.
El Teatro de la Ópera de París, el Palais Garnier, es uno de los monumentos más importantes de París, además de uno de los teatros de ópera y ballet más visitados del mundo. Lujo y policromía son sus señas de identidad, y dentro de él ópera y danza conviven desde hace más de un siglo.
La historia del Palais Garnier comienza con una trágica circunstancia: el 14 de enero de 1858 el emperador Napoleón III y su esposa, y su esposa, la emperatriz Eugenia, al dirigirse a la representación de la Ópera sufrieron un atentado a las puertas del teatro. El incidente tuvo consecuencias significativas: la primera, el inicio de la guerra entre Italia y Austria, la segunda, la construcción de un nuevo teatro de ópera más amplio y seguro. El 29 de diciembre de 1860 se declaró la construcción del futuro teatro de utilidad pública y se organizó un concurso al que se presentaron la mayoría de los arquitectos relevantes del momento. Contra todas las expectativas resultó ganador un desconocido: Jean Louis Charles Garnier (1825 - 1898), que, aunque había obtenido el primer Gran Premio en Roma en 1848, no había realizado grandes proyectos hasta entonces.
La construcción comenzó en 1862, pero se demoró hasta 1875, a causa de diversos contratiempos, desde la aparición de aguas subterráneas que fue necesario aspirar, hasta un acontecimiento político de primera magnitud como fue la caída del Segundo Imperio Francés en 1870. Finalmente el Palais Garnier fue inaugurado el 5 de enero de 1875, por el presidente de la Tercera República, el Mariscal Mac-Mahon. con una representación que incluía, entre otras piezas, extractos de las óperas La Judía de Hálevy y Los Hugootes de Meyerbeer.
El Palais Garnier es un edificio de casi doce mil metros cuadrados, con una altura de 74 metros. Su apariencia es suntuosa, de un lujo comparable al Palacio de Versalles (en realidad, más que solo un Teatro, el Palais Garnier es un verdadero Palacio de la Música), y con un estilo que tiene influencias en la arquitectura griega clásica y renacentista, con un toque de arquitectura barroca, lo que el propio Garnier bautizó como estilo Napoleón III. Estéticamente la policromía y la calidad de los materiales están presentes tanto en el exterior como en el interior: piedras, mármoles y metales que van desde el blanco al granate, desde el verde del cobre oxidado hasta el dorado, terciopelos de un bermellón intenso, jarrones de Sèvres, liras doradas de Apolo por doquier, grupos escultóricos que representan la poesía, la danza, la armonía, candelabros inmensos, mosaicos, frescos y espejos que reflejan cada detalle hasta el infinito...
Entrar en el Palais Garnier y subir la gran escalinata de 30 metros de alto nos lleva a una época donde París daba la medida de lujo y ostentación en toda Europa. En la sala de espectáculos llama la atención el escenario de 60 metros de alto, con un espacio para más de cuatroscientos artistas. Una inmensa araña de cristal, cuyo peso es de unas ocho toneladas, cuelga del techo que, en 1964, André Malraux, por entonces ministro de cultura, encargó al pintor Mar Chagall (1887 - 1985), quien también pintó dos murales para el Metropolitan Opera House. La bóveda de Chagall evoca las grandes obras del repertorio lírico y coreográfico, como Pelleas et Mellisande o Romeo y Julieta, además de representar algunos monumentos de París, como el Arco de Triunfo, la Tour Eiffel y el propio Palais Garnier, siendo tan exuberante como el resto del teatro.
Además de la belleza, la sala de espectáculos es un modelo de funcionalidad. Garnier no dejó ningún detalle al azar y estudió la acústica de otros teatros de ópera europeos. Le influyeron especialmente los proyectos del arquitecto Victor Louis, autor del Gran Teatro de Burdeos y del Teatro Montasier. Tras los elementos decorativos se esconden las mayores innovaciones técnicas del momento, que han permitido la representación de óperas y de espectáculos de ballet y danza de difícil y complicada producción.
No menos importante son los foyers, donde el público descansaba y paseaba en los entreactos, tan ricamente decorados como los lugares principales. El gran foyer, muy amplio, de casi 20 metros de altura y 60 de largo, es conocido por sus espejos y por las bóvedas de Paul Baudry que evocan la tragedia, la comedia y la música.
Un teatro de las características del Palais Garnierse prestaba a todo tipo de ensueños y fantasías. Gaston Leroux (1868 - 1927) ambientó en él, y en general en el París del siglo XIX su famosa novela El Fantasma de la Ópera publicada en 1910 e inspirada en Tribly de George du Maurier. El Fantasma es una historia gótica, donde un misterioso habitante del teatro provoca, por un lado, accidentes que aterrorizan al personal y a los gerentes, a los que chantajea para que se estrenen las obras que él compone. Por otro lado, protege, como un verdadero ángel guardián, la carrera de una joven y bella corista, Christine Daée. Como el amor que siente el fantasma por ella no será correspondido, la historia acaba en tragedia, no sin antes mostrar al mundo que su amada merece dejar los coros y representar los más bellos e importantes papeles líricos como la mejor prima donna. Uno de los aspectos más interesantes de la novela de Leroux, es la importancia de la arquitectura del teatro en la trama de la novela.
Si cuando se cierran las puertas al público y al personal del Palais Garnier, uno podría recorrer libremente sus salas, pasillos y espléndidas habitaciones, tal vez consiguiera llegar al escondite del fantasma de la ópera en los subsuelos y sótanos del edificio. Aun así ese no sería el hallago más interesante: el verdadero secreto del Palais Garnier es la Biblioteca-Museo de la Ópera. Situada en el ala occidental del edificio, en el Pabellón del Emperador, solo pueden acceder a la Biblioteca aquellas personas que poseen un carné de investigador temporal o anual de la Biblioteca Nacional de Francia, ya que es uno de sus departamentos. Recorrer los pasillos del palacio con toda naturalidad hasta llegar a la Biblioteca y allí tener acceso a tres siglos de materiales literarios, musicales e iconográficos de ópera, danza, ballet, circo, mimo...., donde obras anónimas que en su tiempo tal vez brillaron y hoy desconocemos, frecuentan a los grandes compositores, intérpretes, bailarines, escenógrafos, dibujantes, de la historia de las artes escénicas.
La sala donde el investigador puede abstraerse del mundo tiene amplísimos techos, cuadros del museo decorando las paredes y unos grandes ventanales que dan sobre la Plaza de la Ópera, y desde los que se ve el frecuentado Café de la Paix. Los biblioecarios depositan en amplias mesas los manuscritos autógrafos, planos de decorados, bocetos de vestuario y tantas riquezas que no solo no se encuentran en otras bibliotecas francesas o internacionales, sino que incluso el catálogo informático de la Biblioteca Nacional de Francia no recoge. Sin lugar a dudas esos fondos son tan impresionantes como la arquitectura y decoración del Palais Garnier.
Entre los teatros y palacios que se inspiraron en su arquitectura y diseño, podemos encontrar:
- El Teatro Nacional de Río de Janeirofue inspirado en las líneas y en las formas delo teatro de Garnier
- El Teatro del Fantasma en el Hotel Venecia de las Vegas, fue construido en semejanza al Palais Garnier
- La película biográfica María Antonietta de Sofía Coppola ua la entrada principal y la gran escalera de la Ópera en la escena del baile de máscaras, aunque el edificio recién se terminó en 1875, años después de la Revolución Francesa.
- El Palais Garnier se utilizó en la película animada Anastasia, cuando uno de los personajes observa el Ballet Ruso, representando Cenicienta.
- El Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México fue realizado con la consigna de rivalizar con la Ópera de París
- El Aula Magna o Anfiteatro del Colegio Nacional de Buenos Aires está inspirado en la Ópera Garnier
- EL Segundo Teatro de la Victoria de Valparaiso, Chile, construido en 1886, se inspiró en la Ópera Garnier, siendo una versión más reducida. Esta construcción, lamentablemente, se destruyó con el terremoto del 16 de agosto de 1906.
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