Caminos Cruzados
Hace muchos años, en un hermoso pueblo de Europa, nacía una niña, a la que sus padres le pusieron como nombre, Audrey. Desde pequeña, su carácter y personalidad siempre chispeante, alegre, su constante interés en absolútamente todo lo que la rodeaba, su facilidad de interactuar con los demás, la convirtieron en una niña muy querida por todas las personas del pueblo.
Apenas había aprendido a caminar, sus padres la sacaban a dar pequeños paseos por el pueblo, llegando, a un principio, hasta un pequeño lago, que quedaba solo a pocos minutos de su casa. El lago estaba rodeado de algunos árboles altos y añejos que, durante el verano protegían sus costas del sol abrasador, mientras que en invierno, al haber perdido su follaje, dejaban que los rayos de sol entibien aquel ambiente tan mágico y único al mismo tiempo. El lago se convertía automáticamente en el centro de algunas actividades deportivas: en verano se practicaba natación, o windusurf o esquí acuático..., en invierno, con las temperaturas extremadamente frías el agua del lago se congelaba, convirtiéndose de esa manera, en una fantástica pista de patinaje sobre hielo, y haciendo felices tanto a los adultos como a los niños.
Cuando cumplió cinco años de edad, Audrey recibió un hermoso par de patines sobre hielo. Fue, sin lugar a dudas, el mejor regalo que recibiera en aquel cumpleaños. Al día siguiente quiso probarlos, y aunque sus padres le advirtieron que no era nada sencillo patinar sobre ellos (el secreto consistía en hacer creer a todos que patinar era realmente sencillísimo), ella quiso probar...."solo 5 minutos". Finalmente ambos padres la acompañaron al lago, y bajo la atenta mirada de los dos, Audrey dio sus primeros pasos, en lo que se iba a convertir en su pasión deportiva.... de por vida. Durante los próximos meses, Audrey pasaba cada minuto libre en la "pista natural de hielo" proporcionada por el lago, aprendiendo naturalmente y sin gran esfuerzo a mantener el equilibrio en los patines..., a lo que se debe agregar una ciertta gracia y elegancia incipiente y totalmente natural, innata en ella.
llegamos, de esa manera, a sus 8 años de vida...., y es aquí donde el destino interviene por primera vez. A los 8 años de edad, sus padres decidieron que comience a asistir a clases de patinaje sobre hielo, lo que a Audrey le encantaba. Poco sabía ella que aquella nueva etapa iba a ser totalmente diferente a la anterior, que aquí lentamente se la iba a preparar para asistir a competencias, primero regiomales, nacionales, internacionales...., y quizás incluso competencias mundiales. Todavía era una niña, y hasta ahora el patinar había sido pura diversión..., de ahora en más debía sumarle responsabilidad, seriedad y exigencia, ganas de seguir aprendiendo, motivación constante, voluntad de hierro..., así como comenzar a prepararse interiormente para escuchar lo más tranquilamente posible toda clase de críticas nefastas sobre su actuación. Para Audrey no hubo dudas al respecto: amaba el patinaje..., y quería, más bien necesitaba hacerlo parte íntegra de su vida.
Los años que siguieron fueron años de aprendizaje y de esfuerzo constante, en los que Audrey se esforzó al máximo constantemente. Lentamente se fue convirtiendo en una patinadora a la cual había que tenerle muchísimo respeto, pues había aprovechado aquella gracia y elegancia innata con su enorme talento sobre el hielo para convertirse en una de las mejores patinadoras, llegando a ganar la medalla de oro en los campeonatos nacionales del Reino Unido, situándose en séptimo lugar en el campeonato del mundo.
Pero, la vida profesional de una patinadora sobre hielo es, relativamente corta, llegando finalmente el momento de retirarse de la profesión para siempre. Algunos meses después de su retiro profesional, le ofrecieron un puesto de entrenadora en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), que aceptó después de haber reflexionado seriamente sobre el tema.
Fue justamente lejos de su país natal, y teniéndose que adaptar totalmente a una nueva manera de vivir y de pensar, que el destino volvió, una segunda vez, a tocar a su vida. Conoció a Amin, un hombre tranquilo y equilibrado, y después de un tiempo, decidieron unir sus vidas para siempre, renunciando ella incluso a su religión para pasarse (por Amor) al Islamismo, y adoptando un nuevo nombre: Khalida (inmortal, sobreviviente).
Poco después quedó embarazada, pero la felicidad e ilusión duraron poco tiempo, ya que perdió aquel primer embarazo, aunque la tristeza duró muy poco tiempo, pues volvió a quedar embarazada una segunda vez. La felicidad e e lusión de la pareja era total, creyeron finalmente que ya nada malo podía volcer a suceder. Poco sabían que el destino iba a volver a intervenir en sus vidas...., pues Khalida (Audrey) estaba muy enferma: padecía cáncer de cerebro. Ningún síntoma delató al tumor que se había desarrollado en su cerebro y que se extendió a un ritmo vertiginoso hasta afectarle los principales vasos sangíneos y provocarle por la tarde el colpso que la llevó a la muerte.
Los médicos ya no pudieron hacer más nada por ella, pero sí por el bebé. Conscientes de que la mejor incubadora es el útero materno, los médicos mantuvieron a Audrey conectada a una máquina para que su corazón siguiera latiendo, administrándole altas dosis de esteroides para ayudar a que se desarrollaran los pulmones del feto y la alinentaron por vía intravenosa. Su cuerpo resistió durante dos días, y pudieron sacar finalmente a Khalida (inmortal, sobrevivente.., sí, el bebé se llamó igual que la madre). Antes de desconectar a Audrey de la máquina que la había mantenido con vida durante las últimas 48 horas, los médicos juntaron los cuerpos de ambas por primera y única vez...., para que su hija pudiera percibir quien había sido su madre....
Llegamos pues al final de esta historia de vida. Lo único que nos queda por informar, que la pequeña Khalida, que al momento de nacer pesó 900 gramos, ha sido trasladada a la sala de cuidados intensivos. Actualmente está en incubadora, y su evoluciónes satisfactoria. Seguramente, jamás le faltará Amor y cariño de parte de su Padre, quien seguramente le contará una y mil veces la historia de vida de su madre, su carácter y su personalidad, permitiendo de esa manera que su hija logre un cierto acercamiento con ella.
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